jueves, 10 de julio de 2008

La historia del Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda

Como saben el To.Pa.5 estará envuelto por la mística de la cultura medieval, y la historia del Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda es el relato típico de esos tiempos... Para que todos lo conozcan antes del campamento, los subimos al blog. Ya sabemos que es medio largo, pero vale la pena leerlo:

Cuando Arturo contaba con dos años, su padre, Uther, murió. El reinó entró entonces en una etapa de anarquía casi incontrolable que duró por años. Un buen día, Merlín reunido con el arzobispo de Canterbury le dijo a los nobles de la corte que sería Cristo a través de un milagro quien señalaría el sucesor legítimo de Uther. El milagro no se hizo esperar, y en el cementerio próximo a la iglesia apareció una espada encajada en una piedra. En la hoja de la espada estaba inscripto: "Quien pueda desencajarme de esta piedra será Rey de toda Bretaña por derecho de nacimiento". Ante este milagro, todos los nobles intentaron sacar la espada, sin ningún resultado.
Fue así como se decidió que, después del torneo tradicional de cada año, los caballeros asistentes podrían probar suerte con la espada milagrosa. En uno de esos torneos (años después de la muerte de Uther), participaba Sir Héctor y Sir Kay, su hijo. Arturo no participaba porque era todavía un muchacho de 15 años.

Cuando se dio comienzo a la competencia, Sir Kay se dio cuenta que no tenía su espada, entonces le pidió a su hermanastro que se la fuera a buscar a su casa. Arturo fue corriendo a buscarla pero no pudo entrar a su casa, pues estaba cerrada, entonces recordó que había una espada en el cementerio y fue en su búsqueda. Tomó la espada por su empuñadura y la sacó con total facilidad.
Al entregársela a Sir Kay, éste se dio cuenta al instante que era la espada del cementerio, así que se la enseñó a su padre. Sir Héctor quedó lleno de estupefacción y se llevó a sus hijos hasta el cementerio. Allí le dijo a Arturo que volviera a meter la espada en su sitio, y éste lo hizo. Luego, le instó a que la sacara nuevamente. Al ver a su hijo adoptivo sacar la espada tan fácilmente se postró de rodillas al igual que Sir Kay. Arturo se asombró de esto y Sir Héctor, con voz emocionada, le explicó que desde ese momento sería el Rey de toda Bretaña.
Poco después de su nombramiento, Arturo salió un día a pasear por un bosque cercano al palacio. En un camino solitario vio a unos maleantes que estaban acosando a un pobre anciano, cuando éstos vieron a Arturo acercarse salieron corriendo. El Rey no se había dado cuenta que ese viejo indefenso no era otro que el mago de la corte, el gran Merlín. Éste, lejos de agradecerle su llegada, le dijo a Arturo que lo estaba esperando y que le iba salvar la vida.
El joven monarca no lo entendió y siguió caminando junto con el mago. Unos minutos después se encontraron con un caballero en la mitad del camino, quien con aire arrogante les dijo: "Nadie pasa por aquí sin antes pelear conmigo". Arturo aceptó el reto y, aunque luchó con fiereza, el caballero era mucho más diestro. Tanto fue así que casi pierde la vida si no es por la ayuda de Merlín quien, gracias a sus poderes mágicos, adormeció al caballero. Después de esto Merlín le explicó que el nombre de ese arrogante caballero era Pellinore y sería el padre de Percival y Lamorak de Gales. Tiempo después, Percival sería uno de los que buscarían el Santo Grial.
Arturo no le dió mucha importancia a todo lo que dijo el mago, estaba más preocupado por su espada, que se había perdido en la pelea. Merlín le aseguró que había una mejor para él. Entonces se fueron a un lago cercano donde, de una manera misteriosa, estaba un brazo erguido que empuñaba una espada. "Ahí está tu espada", dijo Merlín. Arturo no sabía como llegar a la espada y entonces vio a lo lejos una balsa con una joven vestida de blanco. "Ella es la dama del lago, debes convencerla para que te dé la espada", le dijo Merlín.
La dama se acercó y el Rey le pidió la espada. Ella le dijo que se la daría si le concedía un deseo. Arturo aceptó y la dama le dijo: "Toma mi barca y navega hasta donde está el brazo, él te dará la espada. En cuanto a mi deseo, te lo pediré después". Cuando Arturo tomó por fin la espada notó que en la hoja podía leer una inscripción que decía: "Excalibur". Más abajo decía: "Tómame". Y del otro lado de la hoja decía: "Arrójame lejos". Esta espada sería la protagonista de innumerables batallas victoriosas y de grandes hechos heróicos.
El Rey Arturo comenzó sus primeros años de gobierno pacificando al país, y creando un mejor estado de vida. Pronto fue respetado por sus súbditos y temido por sus enemigos. Cuando ya tenía edad para casarse le comentó a Merlín que en una visita que había hecho al Reino de Cameliard había visto a la hija del rey y se había quedado prendado de ella. Acto seguido le pidió al mago que reuniera una comisión de representantes del Reino Británico para ir a pedirle al Rey Legradance la mano de Guenevere, su hija. El Rey de Cameliard quedó encantado con la propuesta y además de conceder la mano de la princesa le mandó como regalo una gran mesa redonda que le había regalado Uther. En esta mesa cabían hasta ciento cincuenta caballeros sentados.
Cuando Arturo escuchó las noticias que le traía Merlín, se alegró mucho y mandó a Sir Lancelot (su mejor caballero) a recibir a Guenevere y llevarla a Palacio.
La mesa se colocó en un gran salón del palacio. Arturo decidió que en ella se sentarían sus mejores caballeros y que para poder sentarse en ella tendrían que hacer un juramento especial de fidelidad al Reino de Camelot, a la Iglesia y a las más nobles costumbres. Ningún caballero que fuera miembro de esta orden podría hacer actos ilegales, deshonestos y mucho menos criminales.
Cuando se reunieron por primera vez ante la mesa y se disponían a sentarse un gran relámpago seguido por un fuerte trueno los sorprendió a todos. Merlín, que estaba en el salón de la mesa redonda, dijo en tono muy solemne: "Caballeros es el momento para que cada uno le rinda homenaje al Rey". Uno a uno fue pasando al frente de Arturo haciéndole una reverencia como acto de sumisión, fidelidad y respeto. A medida que iban pasando, el nombre de cada caballero aparecía grabado en oro en una de las sillas. Una vez sentado en sus respectivos puestos, se dieron cuenta que sobraban tres. Pronto Merlín les explicó: "Dos de estos tres puestos serán para los dos mejores caballeros de cada año, y la otra silla será sólo para el hombre más digno del mundo. Si alguien no reúne méritos para sentarse en esta silla y osa sentarse, morirá en el acto".
Años después se presentó al palacio un gran sabio. Arturo lo hizo pasar. El anciano al ver el puesto vacante, llamado "el puesto peligroso", dijo: "El espíritu de Merlín me visitó y me dijo que en ese asiento se habrá de sentar el caballero más digno y más puro del reino, aquel que conseguirá traer el Santo Grial. Este caballero aún no ha nacido". Todos los que estaban reunidos se sorprendieron por la revelación y Arturo se sorprendió más por cuanto ni siquiera sabía de la muerte del mago.
El Santo Grial era el cáliz donde José de Arimatea había depositado la sangre de Jesucristo. Se suponía que tenía propiedades mágicas y que el ser que lograra verlo podía ser testigo de una experiencia trascendental, espiritualmente hablando. Sucedió que un buen día (veinte años de haberse formado la Orden de la Mesa Redonda) se presentó al palacio Elaine, hija del Caballero Pelle, con su hijo.
Al presentarse el niño en el salón, la silla prohibida fue objeto de un milagro: en el espaldar apareció grabado en letras de oro: "Este asiento ha de ser ocupado". Sir Lancelot vio este mensaje y supo que Galahad, su hijo, era el mejor prospecto para sentarse en esa silla. Tiempo después, Galahad le pidió a su padre el permiso para formar parte de la orden, Lancelot se lo concedió. Cuando Sir Galahad cumplió los 15 años entró al salón de la gran mesa acompañado de un anciano. El anciano le apuntó el asiento prohibido y todos los caballeros observaron como se formó mágicamente el nombre de Galahad en el espaldar de la silla. Sir Galahad tomó asiento en la silla prohibida y todos quedaron maravillados y le rindieron honores al digno caballero.
Ese mismo día, más temprano, había aparecido en un lago una piedra con una espada clavada en ella. El Rey Arturo instó a Lancelot y a Gawain para que intentaran sacar la espada, pero fue Sir Galahad quien la pudo sacar sin la menor dificultad. Esta espada había pertenecido a un gran caballero llamado Balin.
Todos los caballeros se reencontraron en la mesa redonda. Comenzaron a discutir de las cosas cotidianas del reino y cuando ya estaba avanzada la conversación fueron interrumpidos por un fuerte trueno en el medio del salón y seguidamente un gran rayo atravesó el centro de la mesa. Todos se quedaron estupefactos al ver en frente de ellos bajar a través del rayo el Santo Grial. Éste iba cubierto de una fina tela de oro.
Una vez terminada la aparición, Sir Gawain se levantó y con una voz sumamente emocionada dijo: "Nos ha sido negada la visión del Santo Grial y yo anuncio que mañana saldré en su búsqueda y no regresaré a Camelot hasta que lo haya visto". Este anuncio contagió a todos. Uno a uno se fueron levantando y haciendo el mismo juramento.
El Rey Arturo estaba consternado. Con lágrimas en los ojos le dijo a su querido sobrino que con su decisión había destinado a la orden a su pronta disolución. Todos los caballeros se dispersarían por el mundo, y muy pocos regresarían con vida. La misma reina y Lancelot estaban tristes y sabían que la Orden de los Caballeros de la Mesa Redonda empezaba a disolverse para siempre.
La Corte del Rey Arturo y sus Caballeros de la Mesa Redonda se convertirían en leyenda y nunca más volverían a coincidir hombres tan dignos con ideales tan puros en un mismo lugar y en una misma época...

1 comentario:

Unknown dijo...

muy bueno el cuento espero acordarmelo.hasta el TOPA5

siempre lista



natalia de Santa Margarita


patrulla: ARDILLAS(LLLLLLLLLLL)